Según Lisa Bourbeau , existen 5 heridas que nos impiden ser nosotros mismos y que nos generan un gran sufrimiento: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia. Para no sentir esas heridas recurrimos a “máscaras “ (“personalidades” que nos protegen )para ocultar ese dolor, pero esto a la vez aumenta la profundidad de la herida.
Si la herida es el rechazo la máscara será ser huidizo.
Si es el abandono, la herida lo ocultaremos tras una máscara dependiente.
La humillación tras la personalidad masoquista.
La traición tras ser controlador.
La injusticia con rigidez.
Las máscaras son visibles en nuestra personalidad y también en nuestro aspecto físico.
Puede resultarnos difícil distinguir entre sentirnos rechazados o abandonados. Abandonar a alguien quiere decir distanciarse de esa persona por algo o por alguien , mientras que rechazar a alguien significa no desear tenerla cerca o no desear tenerla en nuestra vida. Quien rechaza utiliza la expresión “No quiero”. Quien abandona emplea “No puedo”.
En el caso de los trastornos de la conducta alimentaria es la herida del rechazo la que se sitúa generalmente debajo de estos problemas, sobretodo en los casos de anorexia.
Nuestras heridas afectan a la manera en que nos alimentamos, pues tratamos al cuerpo físico de la misma manera que hacemos con nuestro cuerpo mental y emocional.
El rechazo es una herida muy profunda. Quienes la viven se sienten rechazados en su interior, sienten rechazo con respecto a su derecho a existir. Esta herida se puede apreciar desde la tierna infancia ,a pesar de que el progenitor que le hace sentir ese dolor nunca le haya rechazado verdaderamente.
Cuando vivimos sintiéndonos rechazados todo lo que nos va sucediendo lo interpretamos desde el filtro de esa herida, sintiendo rechazo aunque no sea cierto.
La máscara consiste en volverse huidizo, con un cuerpo que parece querer desaparecer y ser muy delgado Es un cuerpo que no desea ocupar mucho lugar.
Duda de su derecho a existir. En ocasiones prefieren crearse un mundo imaginativo y estar “en la luna”. Les llama más la atención lo intelectual o lo espiritual que las cosas materiales, que viven como superfluas.
La herida del rechazo radica en el progenitor del mismo sexo. Dice Lisa Bourbeau que el progenitor de nuestro mismo sexo desempeña la función de enseñarnos a amar, a amarnos y a darnos amor. El del sexo opuesto nos enseña a dejarnos amar y a recibir amor.
Puede ocurrir que la persona, debido a ese dolor, decida inconscientemente no utilizar a su progenitor
del mismo sexo como modelo, llevándola a anularse, infravalorarse. Debido a ello necesita a toda costa ser perfecta y obtener reconocimiento antes sus ojos y ante los de los demás. No se percibe como una persona completa, puesto que busca incesantemente el amor de su progenitor. Al pasar los años está se puede transformar en un odio intenso hacia ese progenitor (odiar exige mucho amor). Las mujeres dejan de confiar en sus madres por temor a no ser comprendidas, ya que para ellas eso es sinónimo de ser amadas aunque esto no sea cierto.
Cuánto más se rechaza a sí misma, mayor temor tendrá de que los demás también lo hagan.
Una de las características más evidentes del huidizo es buscar la perfección en todo lo que hace, obsesivamente,ya que considera que si comete un error será juzgado por ello, lo que equivale interiormente a ser rechazado . Como no cree en la perfección de su ser, lo compensa intentando alcanzar la perfección en todo lo que hace. Confundiendo el ser con el hacer
Sanar esta herida es fundamental para poder ser nosotros mismos, para vivir desde nuestro centro. Su sanción nace de desarrollar un trato gentil y compasivo hacia nuestra persona, de soltar viejas creencias y perdonarnos
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