En este tiempo de recogimiento obligado por el COVID-19, este cuento aporta a nuestros niños unas bellas imágenes internas que llenan de confianza su corazón. Para los niños el lenguaje simbólico de los cuentos es muy potente, en especial hasta los 7 años, porque graban cada una de esas imágenes en su interior. Entienden mejor los arquetipos y lo simbólico que las palabras de un discurso racional.
Los niños necesitan comprender lo que estamos viviendo, darle un sentido y vivirlo con calma. Este cuento se lo podemos leer cada noche para contagiarles nuestra confianza.
Este precioso e inspirador cuento sobre el coronavirus lo recibí a través de un audio sin autor. He querido transcribirlo, para podérselo contar a mis hijos por las noches. Me encantaría conocer a la persona que lo ha escrito, si alguien lo sabe por favor que me lo indique.
En la cueva
Cierto día cuando los enanitos casi terminaban su trabajo de invierno en las hondas raíces de la tierra y se preparaban para salir con los primeros pétalos de las flores en la primavera algo inesperado pasó: no sólo en Crisol, pasó en todos los pueblos, ciudades y países del mundo entero.
Todos, todos, todos los enanitos, mayores, medianos y pequeños debían volver a las hondas raíces.
Debían estar ahí quizá puliendo mejor las piedras preciosas y guardando mejor los luminosos colores para llevarlos luego al arcoiris y las flores.
Era un poco extraño. Cada enanito volvía a su cueva, y allí calentito tenía tiempo para jugar, pensar y limpiar todo aquello que requería de más brillo. Tiempo para mirar, mimar, cantar y escuchar los sonidos que normalmente no escuchaban.
Estar en la cueva de las hondas raíces en un tiempo que no se esperaba, requería de valentía y coraje, además de paciencia y sabiduría, por suerte todos estos dones habitaban en las cuevas de los enanitos.
El sol con sus calentitos rayos, que miraba cuánta paciencia tenían, les acompañaba. Así en las noches calentaba cada hogar, para que el día a pesar de estar en las hondas raíces, se iluminara con una nueva luz.
En este tiempo hubo unos dos enanitos que se inventaron tantas cosas por hacer. Una de ellas era saludar desde el corazón a todos aquellos que estaban en su cueva y echaban de menos. También se inventaron dibujar el mañana, saliendo con los colores del arco iris y el aire fresco. Se inventaron poemas para danzar, reír, y cantar. Nuevas recetas que requerían de tiempo exquisito que nunca se encontraba.
De repente ese tiempo apareció, y lo mejor era que podía ser usado. Algunos enanos podían salir de la cueva para traer alimento o excavar las raíces donde les necesitaran. Volvían a sus cuevas, y los pequeños enanos les regalaban en una cajita un pedacito de tiempo, y lo guardaban tan bien, que se convirtió en un tiempo sagrado.
Era un tiempo del corazón, que hacía salir sonrisas y nuevas caricias, de comprensión de tiempos pasados, pero como jamás en la historia, este tiempo habitaba en todos los corazones.
Así traia esperanza y las piedras preciosas iluminaban más y más, cuan brillantes eran sus colores, y las raíces tenían más nutrientes que nunca, y las semillas que cuidaban traían tal fuerza, que anunciaban jugosos frutos.
Así las manos de los enanitos, en este tiempo de cueva, se hacían más ágiles, su mirada más profunda, y su corazón más amable.
Entonces se dieron cuenta de lo que realmente importaba, y sabían que cuando dejaran la cueva saldrían aliviados y felices de haber inventado tantas cosas . Tantas que podrían cambiar el mundo. Y aprendieron que el amor que encontraban en sus cuevas era lo realmente indispensable.
La imagen de cuento es del libro “Los niños de las raíces”,de Sibylle von Olfers. La foto de los duendes que hacen manualidades es de www.hilanderadesueños.com
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