¿En qué puede ayudarme el mindfulness si sufro un trastorno de la alimentación o una adicción?
El mindfulness o Atención Plena tiene enormes beneficios y se emplea de forma terapéutica para tratar conductas adictivas .
La tragedia de las adicciones es que las personas recurren a una sustancia, comida o distracción para liberarse de su sufrimiento, pero terminan en un círculo vicioso en el que se crea más sufrimiento y avidez.
El mindfulness nos aporta un gran aliado para la recuperación a través de la respiración. Conectar con la respiración puede ayudarnos a hacer una pausa y desacelerar. Aprendemos a vivir con más calma.
Nos ayuda a comprender cómo operan nuestras mentes, nuestros corazones y cómo creamos sufrimiento frente a los momentos de dolor. Mejora nuestro estado de ánimo, nos reduce el estrés, mejora nuestra memoria y la habilidad de gestionar nuestras emociones, al hacernos más conscientes de lo que nos rodea. Las emociones y pensamientos dejan de secuestrarnos. Pasamos de reaccionar a responder.
Los estudios ponen de manifiesto que la práctica de la atención plena produce cambios físicos duraderos a corto, medio y largo plazo en la estructura interna del cerebro. Estos cambios permiten una mejor integración de la información, una mayor flexibilidad de respuestas y una reducción de las consecuencias negativas del estrés en nuestra salud física y emocional.
Reduce la dispersión cognitiva y la inestabilidad emocional.
Se activa entonces el área prefrontal izquierda del cerebro, reduciendo la impulsividad y la reactividad emocional, a la vez que se potencia la sensación de bienestar. Ayuda a desarrollar la calma, la empatía, la amabilidad, la aceptación y la compasión. Permite ver al otro más claramente y actuar en resonancia.
Con esta menor impulsividad es más sencillo llevar a cabo estrategias para evitar los atracones y para reducir la compulsión.
La compulsión a comer en ocasiones expresa “desesperación” a nivel emocional.
Las sustancias, personas o actividades que nos hacen comportarnos compulsivamente son aquellas que creemos que pueden liberarnos de la desesperación, de sentirnos quizá solos o abrumados por las cargas.
No queremos volvernos compulsivos, pero esa conducta (darnos un atracón y vomitar) por un tiempo nos hizo bien, nos hizo sentir a salvo, nos dio cordura y equilibrio temporal. La comida ha sido nuestro amor y comer nuestra manera de ser amados. La comida es accesible, no dice que no, es caliente cuando tengo frío y fría si tengo calor. La comida se convierte en un sustituto del amor…pero la comida no da amor.
El comportamiento compulsivo con la comida es una falta de amor hacia nosotros mismos, apoyado en la creencia de que no somos suficiente. Con la atención plena, con el mindfulness, fomentamos el bienestar psicofísico general y permite establecer una relación diferente con lo que ocurre, más comprensiva y serena. Encontramos nuevas vías para afrontar esa desesperación.
La práctica sostenida de Mindfulness fortalece la perseverancia. Aprendemos que al enfocar nuestra atención en la respiración o en la técnica elegida, nos distraemos a los pocos segundos (así es la meditación ), y gracias a ello tenemos la oportunidad de ejercitar la atención de nuevo. La perseverancia nos ayuda a comprender que una y otra vez aparecerán retos y junto con ellos formas de superarlos y seguir creciendo y madurando.
Nos sentimos cada vez más capaces de subir y escalar la gran montaña del trastorno de alimentación. Desarrollamos la perseverancia de escalar incluso cuando las situaciones son adversas, cuando todo nos tira hacia abajo. Hemos encontrado en nuestro interior una gran fuerza que no se puede perder con lo externo.
Tatiana Muñoz
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