El gran reto en la vida es pasar de la inconsciencia a la consciencia. De reaccionar a responder. De sentirnos “atrapados” en nuestros hábitos y adicciones a disfrutar de la libertad.
Es el camino de llevar la consciencia a todo nuestro ser: cuerpo, pensamientos, sentimientos, relaciones y conductas. Es el reto de vivir estando presentes, con confianza aún en circunstancias difíciles pues ellas también pasarán. La base de la transformación es la presencia consciente, en el momento presente, sin juicio y tolerante. Esta es la esencia de la práctica que llamamos atención plena o mindfulnes.
Mindfulness es una palabra inglesa empleada para traducir sati, un término pali que significa “atención, conciencia y recuerdo”. La traducción al español sería “conciencia plena” o “atención plena”, y supone prestar atención “a lo que sucede”, sin necesidad de “hacer” nada; y al mismo tiempo, este estado de atención es sumamente activo.
Se trata en cierto modo de pasar del “modo hacer” en el que habitualmente funcionamos, al “modo ser”, que nos conecta con aspectos profundos de nosotros mismos que nos devuelven a un estado de calma interior. Es pasar del piloto automático a la vida consciente, y por lo tanto es el antídoto ideal para el venenoso deseo de huir y buscar placer de las adicciones y conductas compulsivas.
Dice Gunaratana que “el cultivo de la atención plena exige un esfuerzo muy suave y delicado, que consiste en recordarnos de continuo la necesidad de cobrar conciencia de todo lo que ocurre aquí y ahora. El único secreto radica en la perseverancia y la suavidad. El cultivo de la atención plena se cultiva regresando amablemente una y otra vez al estado de atención.”
Es atender voluntariamente a lo que sucede, dejando que el cuerpo se relaje y sin embargo permaneciendo alerta. como el gato que espera pacientemente a la entrada de la madriguera: está a la vez relajado y atento. Esa es la actitud sobre la que se asienta el mindfulness: la distensión relajada y al mismo tiempo la atención muy despierta.
Tendemos a enredarnos en hábitos adictivos o compulsivos mientras tratamos de obtener placer y evitar dolor . Mindfulness nos entrena para parar y observar. Detenemos la reacción automática cuando está surgiendo interiormente y aún no se ha expresado en forma de comportamiento. Desde ahí podemos darnos cuenta de cuál es el estado de nuestra mente en ese momento, qué tensiones y sensaciones sentimos en nuestro cuerpo, cómo estamos respirando… en vez de dejarnos arrastrar por hábitos e impulsos automáticos, que una vez que se desencadenan, nos llevan de forma inconsciente a generar situaciones indeseadas.
La práctica de Mindfulness favorece una autogestión emocional saludable, que surge del entrenamiento con el enfoque de la atención, y ese recurso es imprescindible en la recuperación de una adicción.
Mindfulnes es simple, se resume en vivir en el presente sin juzgar, pero para lograrlo, como todo hábito, necesitamos entrenar nuestra mente, repitiendo su práctica cada día y en variadas ocasiones. Adquirir un hábito nuevo y positivo requiere un cierto entrenamiento. Por ello, aunque es fácil requiere el esfuerzo y la disciplina de practicarlo. Las prácticas de Mindfulness no comportan acciones extrañas o complejos rituales. Son prácticas silenciosas que en realidad tan solo uno sabe que está ejecutando.
El resultado de la práctica puede observarse externamente únicamente como una mayor presencia, una postura corporal que refleja la serenidad y firmeza interna con la que se está viviendo la experiencia presente.
La atención plena no implica intentar llegar a ningún estado de conciencia, ni esforzarse en sentir algo especial. Consiste, sencillamente, en permitirnos estar conscientes, donde ya estamos. Observar con atención, presencia y amabilidad las experiencias que aparecen un momento tras otro en nuestra consciencia. Se desarrolla así la conciencia de una identidad más esencial, que se coloca como testigo neutral y compasivo de lo que sucede dentro y fuera de nosotros.
Posibilita que nuestros patrones de personalidad no salten de manera automática, haciéndonos reaccionar a lo que percibimos. Un espacio de libertad desde el que poder observar alternativas de respuesta, lo cual es reflejo de un aumento en el nivel de conciencia.
Sin este “darnos cuenta” vivimos esclavos de las emociones y pensamientos que surgen espontáneamente al vivir con el piloto automático. La actividad mental dispersa nos lleva a recorrer un pasado con el que permanecemos resentidos, desde el que se proyecta un porvenir que se espera con ansiedad.
Mindfulness nos recuerda que, en el aquí y ahora, podemos tener la opción de elegir de forma consciente e intencionada cómo relacionarnos con nosotros y nuestras circunstancias.
El Mindfulness se practica a través de la meditación, la cual tiene el propósito de calmar la mente para ver con claridad.
Esa meditación puede ser formal (adoptando una determinada postura y de una forma regulada) o informal (cuando se realiza en cualquier momento de la vida cotidiana al llevar la atención plena a ese instante presente).
Pero el mindfulness no se limita a la practica de una meditación, sino que es un estilo de vida atento al presente, sin juicio y grandes dosis de aceptación. La atención plena o mindfulness no se refiere a un contenido mental, sino a una actitud ante nuestra experiencia. Independientemente de cómo o cuál sea ésta. Se trata de ser conscientes de la experiencia presente sin juzgarla, sino aceptándola tal y como se presenta.
¿Qué no es mindfulness?
NO consiste en tratar de relajarse. Estamos presentes con lo que ocurre, atentos.
NO significa tener la mente en blanco o de vaciarla de pensamientos. El mindfulness nos ayuda a ver con claridad nuestros pensamientos
NO es renunciar a nuestras emociones. Nos convertimos en seres más sensibles,
que abrazamos nuestras emociones, las comprendemos, las asumimos
NO se trata de buscar la iluminación
NO se trata de trascender la vida ordinaria
NO es rehuir el dolor. Si en vez de escapar de las emociones negativas las afrontamos y las hacemos frente, nuestro sufrimiento disminuye.
NO tiene que ver con apartarnos de la vida.
NO es una religión. Es un método científico que en nada se interesa por las creencias del paciente
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