Según Laura Guzmán las personas funcionamos en tres planos simultáneamente: el plano físico, el mental y el espiritual.
Cuando el modelo es más o menos armonioso lo llamamos “salud” y cuando es menos equilibrado “enfermedad”.
Cuando un sentimiento es doloroso , decidimos desecharlo, entonces reaparece en el plano físico y se materializa. Esa materialización inconsciente de aspectos ocultos se transforma en un síntoma. Ese síntoma nos señala el origen del desequilibrio.
Los síntomas son señales y portadores de información precisa, son guías en el camino de la introspección y la búsqueda personal. Pero para poder utilizarlos como mensajeros necesitamos aprender y comprender el lenguaje de los síntomas.
La enfermedad es siempre una parte de la sombra que se introduce en la materia, nos indica lo que me falta, lo que he rechazado, lo que he olvidado o despreciado. Podemos ver la sombra sólo si está proyectada, necesitamos un espejo, y así funciona nuestro cuerpo (o el de nuestro bebé)
La sombra contiene todo lo que consideramos malo y creemos que debemos combatir, pero el bien depende del mal y el mal del bien. Si somos capaces de conocer y aceptar nuestra sombra no tenemos porqué combatir. La enfermedad trae a la luz de la conciencia lo que está relegado a la sombra y así nos convierte en seres un poco más auténticos, sinceros, verdaderos y completos.
La enfermedad funciona como una conversación con uno mismo:
1.Me envío un mensaje a mí mismo pero no lo comprendo.
2. Pruebo a mandarme un dibujo (plasmando una molestia corporal), pero no es suficiente
3. Procuro diseñar algo más preciso y profundizo con un síntoma para ver si lo entiendo mejor.
Si ante la dolencia sólo respondemos con un remedio físico , la dolencia tendrá que encontrar otro lenguaje para expresarse. La curación tiene que ver con la ampliación del conocimiento de sí mismo, y no con la supresión del síntoma.
El síntoma siempre se anuncia antes en nuestra mente, como una idea, deseo o temor. Y cuando lo ignoramos reaparece en el plano material, en el cuerpo, se proyectan para que podamos observarlos.Si somos madres el síntoma puede estar en nuestro propio cuerpo o en el cuerpo de nuestro hijo pequeño, puesto que estamos fusionadas emocionalmente con ellos. Hasta los siete años nuestra sombra se puede plasmar en ellos, pero más aún cuando son menores de 3 años.
¿Cómo traducir y comprender la enfermedad del niño?
1.Lo primero es comprobar que sus necesidades básicas están siendo satisfechas. Que tenga suficiente contacto corporal con la persona maternante, que se permita la fusión y la alimentación adecuada. Que se respeten los ritmos de descanso y sueño. El confort básico ha de ser cubierto. No nos vayamos a buscar lo complicado cuando puede estar en lo más simple.
2. Si las necesidades básicas están satisfechas buscaremos en la sombra de la madre. Para comprender la enfermedad necesitamos :
Relacionar los síntomas con algún hecho físico o emocional (no soporto a mi vecina, y cada vez que se presenta en mi casa me da dolor de cabeza, que me permite apartarme).
Buscar coincidencias en las manifestaciones en el relato de la dolencia (me dan síntomas de alergia y no puedo parar de estornudar: una manera de “disparar” a los otros para que me dejen en paz, para expresar el enfado que no me permito).
Situar el síntoma en el tiempo, conociendo en qué circunstancia hizo su aparición (tras una situación que vivo como inaceptable me aparece una indigestión con vómitos).
Darnos cuenta de a qué nos obliga y qué nos impide ,el síntoma nos puede dar lo que nos hace falta .
(Una otitis me impide escuchar las palabras agresivas de mi padre)
En la medida en que una mujer se hace cargo de su propia sombra, la observa, se pregunta, investiga, se cuestiona…libera al hijo de la manifestación de esa sombra. Eso se traduce en ausencia de enfermedades en el bebé.
Pero…¿Qué es la sombra?
La sombra son las partes desconocidas de nuestra propia psique y de nuestro mundo espiritual.
La sombra se comienza a desarrollar desde la infancia. Nos identificamos con ciertos aspectos (ser sociables, buenos y generosos) y despreciamos los opuestos (ser mal educados, egoístas y malos). Nuestra luz y nuestra sombra se van construyendo simultáneamente.
Lo que no queremos ser, lo que no queremos admitir o recordar forman nuestra sombra. Repudiar nuestra mitad no lo hace desaparecer, sólo lo niega de la conciencia. La sombra es todo lo que no podemos reconocer de nosotros mismos. La sombra nos angustia, por eso la rechazamos. La sombra nos enferma, porque se materializa trayéndonos a la conciencia lo no reconocido. Es decir, la sombra nos completa.
Nuestra concepción del mundo es dual, con una parte luminosa y otra oscura, y la tarea es atravesar la vida terrenal en busca de nuestra propia sombra para llevarla a la luz y caminar el propio sendero de sanación.
Robert Bly decía que nos pasamos los primeros 20 años de nuestra vida llenando una mochila con todo tipo de vivencias y experiencias, y luego nos pasamos el resto de nuestra vida tratando de vaciarla. Ese es el trabajo de reconocimiento de la propia sombra. En la medida en que rechazamos vaciar la mochila se hará cada vez más pesada y peligrosa a cada intento de abrirla. Es decir, el encuentro con nosotros es obligatorio. O nos sinceramos para observar nuestra sombra, aceptando ese dolor o bien ese sufrimiento se colará en múltiples momentos o vivencias.
Las mamás tenemos el regalo de poder utilizar las manifestaciones del bebé como reflejo
El bebé es un maestro, un guía, un espejo cristalino de nuestros aspectos más ocultos. Cuando el bebé nace su cuerpo físico se separa de la mamá, pero a un nivel emocional ambos siguen fusionados. El recién nacido forma parte aún del entorno emocional en el que está sumergido, por lo que todo lo que la mamá siente, lo que le preocupa, lo que rechaza, el bebé lo vive como propio. El bebé siente como propio todo lo que siente la mamá, sobretodo lo que no puede reconocer, lo “no-consciente”, que se relega a la sombra y lo manifiesta.
Al tener el alma expuesta en el cuerpo del bebé es posible ver más claramente las crisis que quedaron guardadas, los sentimientos que no nos atrevimos a reconocer , los nudos que siguen enredando en nuestras vidas dice Laura Gutman.
En la medida en que una mujer se hace cargo de su propia sombra, la observa, se pregunta, investiga, se cuestiona…libera al hijo de la manifestación de esa sombra.
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